Wednesday, March 28, 2007

1. Myspace Friend Request

Uno pensaría que lo bueno del MySpace es la oportunidad que esa herramienta brinda de ponerte en contacto con amistades perdidas a través del tiempo y/o la distancia, reunidas nuevamente en el espacio cibernético. Por eso fue que me alegré tanto cuando recibí el mensaje: Guanina se unía a mi grupo de amigos myspeicísticos. No la veía en unos cinco años. Pero me acordaba de la fiesta de despedida que le tiramos el círculo de amistades de aquel tiempo en su mítico apartamento de la Calle Manila, en Santa Rita. Lo de mítico es una exageración, claro. Es una concesión que surge del hábito un tanto irritante de crear epopeyas de mi pasado personal, que en realidad es tan tedioso y mediocre como el de cualquier otro joven puertorriqueño clasemediero nacido a finales de los setenta.

En todo caso el apartamento de la Manila ocupa un espacio privilegiado en mi memoria y ahora es terreno fertil para la imaginación. Guanina, Marcos, Mara y Tito lo ocupaban, todos graduados de la High de la universidad, y allí crearon el centro gravitacional de mi pequeño universo riopedrense. El círculo de amistades que se reunía consetudinariamente allí para fumar pasto y quejarse crónicamente de lo aburrido que es San Juan de Puerto Rico estaba unido, me parece ahora, por un aborrecimiento colectivo, como si todos los presentes en aquellas tardes llenas de humo y South Park estuvieran absolutamente convencidos de que estábamos tan por encima del rol que nos había tocado en la ciudad de mierda que cobijaba nuestra existencia. Los que proveníamos de escuelas privadas y católicas acudíamos a la Manila para lamer nuestras heridas: nos sentíamos privados de la experiencia que tantos otros compañeros tenían de estudiar en universidades americanas, y lo resentíamos. Soñábamos con Nueva York, París y Barcelona, ciudades dignas de nuestra sensibilidad. El contingente de la High de la universidad, por su parte, se paseaba por la vida con un fronte izquierdoso heredado de padres peceperos venidos a más, abogados y periodistas nostálgicos por su Gran Momento de Gloria en la huelga del 81. Ellos soñaban con Nueva York también, pero sus referencias abarcaban el DF, Rio y sobre todo la Habana, donde habían visto la luz al haber sido enviados a Congresos de la Juventud cuando eran pre-adolescentes.

Guanina, teatrera, extrovertida y morena era el centro de la prole de los izquierdosos. Juanca, hedonista, con carro y ojos verdes asumía el puesto que naturalmente le correspondía como capataz de los exalumnos de colegio. Guanina, toda ella niñez formada a base de Colegio Montessori y actitudes esotéricas de neo-hippie, y Juanca, todo él forjado en los suburbios de Montehiedra y las valium que la mamá le alimentaba cada vez que se quejaba de dolor de cabeza, fueron amantes. Era un suceso inevitable. Cuando dejaron de serlo se mantuvieron en plano de mejores amigos y consejeros, la suerte del grupo que lideraban dependía de ello. Y yo, como siempre, en el medio, estancado entre la fidelidad que sentía por mi mejor amigo de la infancia y una chica que que me volaba los sesos a secretas por representar todo lo que yo nunca sería. Nunca le dije a nadie de la lujuria que me provocaban las caderas morenas de Guanina, nunca confesé la ternura que me despertaba cada vez que se quedaba dormida por el arrebato, el esfuerzo que tenía que hacer para no acercármele y removerle el pelo lacio y negro e insondable que le invadía la cara.

Nunca se lo dije a nadie excepto a Juanca… aquella vez.

1 comment:

Adolfo Pinch said...

vaya, vaya. Ya veo venir la Explorer de la mai de Juanca.